Antinatalistas: “Renuncien a traer hijos a este mundo”

Hoy en día, en el mundo caótico y superpoblado que habitamos, ese antiguo sentir pesimista de la vida, una nueva mirada laica sobre la sensibilidad y el sufrimiento humano y la urgencia del problema demográfico han cristalizado en una postura filosófica compleja pero firme, que propugna, sencillamente, no traer más seres humanos a este mundo: hablamos del antinatalismo.

El antinatalismo es posiblemente una de las propuestas éticas más exigentes y de más difícil encaje de todas cuantas haya generado el pensamiento humano. Es una postura que, al fin y al cabo, consiste en trascender intelectualmente nuestro instinto primario de reproducción para valorar desde esa perspectiva racional la conveniencia de procrear…y acabar decidiendo que no tenemos derecho a imponer a otro ser la obligación de vivir, la carga de una existencia en la que existen riesgos de un sufrimiento muy intenso. Porque para los antinatalistas, la vida es eso: una imposición.

La calamitosa situación ecológica del mundo actual, superpoblado e inmerso en un proceso de crecimiento demográfico que carece al mismo tiempo de precedentes y de buenas perspectivas de futuro, añade al antinatalismo un matiz pragmático, una posible justificación política, y lo asemeja en ese sentido a las antiguas teorías malthusianas que proponían el control de la natalidad desde los gobiernos como un medio al servicio de la supervivencia de la especie, en un contexto de escasez de recursos. Países como China se han embarcado en proyectos de este tipo.

Pero no se trata sólo de eso: el antinatalismo tiene raíces más profundas…y algo más oscuras: no sólo es que seamos demasiados; es más bien que en esta vida se sufre demasiado. Eso es lo que sostiene el filósofo antinatalista de referencia mundial en la actualidad, David Benatar, que plantea que “cuando consideramos el mal que soportará cualquier niño que sea traído a la existencia, parece egoísta procrear antes que no hacerlo. Uno tiene la oportunidad de librar a un posible ser de los terribles riesgos y dolores que aquellos que existen afrontan. Sin embargo, si uno procede a procrear, está poniendo los intereses de uno mismo primero. Se requiere de más madurez para observar la perspectiva general y desistir de procrear”.

“Nos dirigimos a los individuos en edad reproductiva para que tengan en cuenta las amenazas al bienestar de sus posibles hijos y renuncien a traerlos a este mundo”. Así comienza el primer punto del “llamamiento” que figura al final del Manifiesto Antinatalista, un documento muy reciente, fechado en este mismo mes de marzo y redactado por Miguel Steiner, un Doctor en Filosofía de la Universidad de Barcelona. Su manifiesto es un texto controvertido, que exige, como mínimo, mucha apertura mental. En el texto Steiner afirma que “traer un bebé al mundo es una imposición elemental y peligrosa”, y cuando aborda la cuestión en términos de felicidad, plantea que “ciertamente, la renuncia al hijo puede suponer algún sacrificio, ¿pero a cuántos posibles sacrificios exponemos a nuestros hijos y nietos y toda la cadena de descendientes que podríamos poner en marcha?”.